Hoy dormimos más largo. Nuestro primer destino es el Museo del Aire y del Espacio. Es un lugar muy grande con por lo menos seis galpones inmensos llenos de aviones de todo tipo y muchos más simplemente estacionados a la intemperie. La primera aeronave que recibe al visitante es una réplica de la que usaron los hermanos Wright en 1903 para hacer el primer vuelo piloteado. A partir de ahí se pueden ver 400 aviones históricos, la mayoría militares. Hay cazabombarderos pero también transportadores de equipo; hay helicópteros y drones; hay aviones para transportar misiles y los mismos misiles. En fin, para los amantes de las aeronaves es un paraíso. No tanto para mí. Junto al Museo está el cementerio de aviones más grande del mundo, ese era en realidad nuestro objetivo esta mañana, lamentablemente por Covid no pudimos visitarlo. Al parecer la sequedad del desierto y la alcalinidad del suelo son perfectos para preservar las aeronaves. Otra vez será
Mientras seguimos nuestro camino pudimos ver los ejercicios de los aviones de caza de la Fuerza Aérea porque una de sus bases se ubica precisamente junto al Museo. Nos adentramos luego en Tucson. La verdad es que la ciudad no tiene mayores atractivos. Se puede hacer un recorrido por los lugares más antiguos, de origen español. Lo que nos pareció mas interesante es el Presidio, es decir un pequeño fuerte militar (reconstruido) fundado en 1775 por militares españoles. La construcción de adobe sirvió, además de como vivienda y centro de operaciones militares, para refugio de las poblaciones indígenas cuando se producían ataques de otras tribus.
Vale la pena caminar por la zona, nosotros encontramos un poco más allá una callecita con los portales y colores más bonitos de toda esta semana.
Saliendo de Tucson nos dirigimos al Parque Nacional Saguaro para hacer una caminata de una hora entre los cactus de ese nombre. Este parque forma parte del desierto de Sonora y como éste, se caracteriza por su población de cactus Saguaros. Cuando uno se imagina un cactus, en realidad lo que visualiza es un Saguaro, esos troncos altos y posiblemente con dos o tres brazos llenos de espinos. Son unas plantas majestuosas. Después de nuestra caminata de casi dos horas decidimos ir a pocos kilómetros mas adelante hasta una granja donde podemos montar a caballo para ver el atardecer. El vaquero que nos acompaña nos cuenta más acerca de esta zona.
Nos enteramos por ejemplo que los Saguaros están en peligro de extinción. El cambio climático, la introducción de otras plantas y la tala son las principales causas. Un Saguaro tarda aproximadamente 80 años en producir su primer brazo, nos cuenta, se calcula que crecen menos de 30 centímetros cada diez años. Es decir todos los que vemos alrededor son plantas de decenas de años. Cuando llueve pueden absorber toneladas de agua pero si es demasiada sus brazos se vuelven muy pesados y por eso se ven algunos con los brazos torcidos hacia abajo.
El clima en Arizona en este período es muy agradable y los atardeceres son espectaculares, Más aún a caballo, en estas tierras rojizas y entre Saguaros. Parece de verdad la experiencia Marlboro.
De allí iniciamos nuestro recorrido hacia el norte de regreso a Phoenix para mañana pasar nuestro último día
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